En el presente Blog se presenta una síntesis respecto a ciertos enfoques sociológicos respecto a estudio del comportamiento humano dentro de una sociedad.
Enfoque Marxista
Desde el nacimiento de las ideas de Marx, sus seguidores han polemizado en teoría y en práctica sobre la sociedad deseada. La evolución de este debate ha sido testigo de dos importantes eventos: el desarrollo del imperialismo y el desarrollo del socialismo histórico.
Junto a la reconstrucción del sistema socialista, desde finales de los años ochenta y principios de los noventa, tomó fuerza la discusión sobre el marxismo, su «vigencia» y su «crisis». Quedó sentenciada, por la visión positivista, la «inviabilidad» del socialismo como imaginario histórico y se asoció a la in eficiencia e incapacidad de su basamento marxista. En nombre del marxismo se argumentaron y se justificaron políticas, teorías y prácticas muy alejadas de su esencia .
Se perciben así diferentes denominaciones aplicadas indistintamente a los marxistas y/o los marxismos, tales como: marxianos, marxólogos, marxizantes, marxistas académicos; marxismo original, ortodoxo, construido, institucionalizado, oficial, verdadero, soviético, socialista, apologético, estalinista, entre otras.
La heterogeneidad de los seguidores de Marx (los denominados marxistas), sus encuentros y desencuentros a partir de los fundamentos del marxismo como paradigma de ciencia, convoca a reflexionar sobre la existencia del marxismo y/o los marxismos, así como los argumentos que se utilizan en cada caso. Detrás de ese debate, está también un posicionamiento de ciencia y de lucha de clases. Por eso, a continuación, se reflexiona sobre por qué el paradigma marxista contiene a los marxistas que piensan al marxismo y los marxismos .
El marxismo como paradigma de ciencia no entró en crisis con el llamado colapso del campo socialista. En crisis estuvieron, desde antes, algunos representantes de los marxistas y los marxismos de las instituciones, las personas, los políticos, los académicos que no entendieron el marxismo y/o lo utilizaron como modo y medio de vida, para explicar lo que se quería decir, lo que se hizo, o lo que se quería hacer; y, más grave aún, lo que se continuó haciendo para «resolver» la «crisis» con un marxismo de caricatura.
Los que asumían que el marxismo estaba en crisis reflejaban que no podían utilizarlo para entender la realidad, ni para pensarla. Precisamente, no podían hacerlo porque para ellos, su versión de marxismo funcionó como un dogma que justificaba voluntarismo, automatismo, extremismo, oportunismo y alejamiento de la realidad. Fue el viejo diagnóstico de la vulgarización entre teoría y práctica: si la realidad tiene problemas y no cabe en la teoría, es la teoría la responsable y viceversa.
Lo peor no fue defender la idea de la «crisis del marxismo», lo más grave fue asumir una postura que se alejaba de las contradicciones de la realidad, que desconocía y desprestigiaba al paradigma, expropiando a la sociedad de una herramienta analítica capaz de interpretarla y transformarla.
Funcionalismo
La etiqueta funcionalista se utiliza en muchas disciplinas: por ejemplo, en lingüística, psicología y arquitectura. En la sociología el “funcionalismo” abarca una gran variedad de autores y escuelas, que no obstante suelen compartir ciertos presupuestos esenciales. En primer lugar explican la persistencia de las prácticas sociales haciendo referencia a efectos (con frecuencia no deseados) que son beneficiosos para el equilibrio o la integración del sistema social en el que se encuadran dichas prácticas. En segundo lugar, el funcionalismo reconstruye el concepto de racionalidad: presupone que en ciertas prácticas aparentemente irracionales pueden ser inteligibles cuando se captan sus funciones sociales. En tercer lugar, el funcionalismo utiliza el concepto de requisitos funcionales. El argumento suele ser que tales requisitos han de cumplirse para que sobreviva una sociedad determinada o, de forma alternativa, que ésta funcione de manera que esas necesidades tiendan a satisfacerse. El funcionalismo coincide, por ejemplo, con la inclinación del positivismo a no hacer referencia a entidades a las que no se puede acceder directamente mediante la observación. El funcionalismo era aún más compatible con los rasgos principales del estructuralismo, otra importante corriente teórica del momento. Ambas participan de una idea totalizadora de la sociedad en la que es crucial la interrelación entre subsistemas y prácticas.
Teoría de la Violencia Simbólica
Es una violencia que no opera a través de la coacción o violencia explícita, sino a través de un poder legitimador en el que los dominados aceptan como legítima su propia condición de dominación (BOURDIEU; WACQUANT, 2005).
En cualquier caso, ¿qué es violencia simbolica en la educación?
Violencia simbólica es un concepto creado por el sociólogo francés Pierre Bourdieu en la década de los 70, que en ciencias sociales se utiliza para describir las formas de violencia no ejercidas directamente mediante la fuerza física, sino a través de la imposición por parte de los sujetos dominantes a los sujetos ...
Llegados a este punto, ¿cómo se expresa la violencia simbólica y por qué es importante reconocer la?
La violencia simbólica se expresa por medio de las diferentes vías de comunicación humana, como los gestos, dichos, el humor, medios de comunicación, entre otros. Es necesario identificar este tipo de violencia ya que daña a sus victimas al ayudar a mantener el sistema que les oprime.
En cualquier caso, ¿cómo identificar la violencia simbolica?
La violencia simbólica se caracteriza por ser una violencia invisible, soterrada, subyacente, implícita o subterránea, la cual esconde la matriz basal de las relaciones de fuerza que están bajo la relación en la cual se configura. Haciendo alusión a Michel Foucault, ´´el poder está en todas partes´´.
Teoría de la reproducción y teoría de la resistencia
La pregunta por si la escuela constituye un espacio de transformación social es central dentro del pensamiento pedagógico moderno y, en particular, de las últimas décadas del siglo XX. Las «teorías de la resistencia» surgidas en los 80’ y 90’ apuntaron a mostrar el potencial transformador de la escuela a partir del desarrollo de una pedagogía crítica, en discusión con las denominadas «teorías dela reproducción» de los 70’ que denunciaban el papel reproductor de la escuela en el capitalismo. Este artículo se propone revisar esta discusión y, particularmente, la forma antagónica que han asumido, desde una perspectiva materialista. Para ello, se revistarán los planteos clásicos de ambos grupos teóricos identificando que, aunque parecen antagónicos, coinciden en un punto central: consideran que las relaciones sociales capitalistas son exteriores a los sujetos, es decir, que se les imponen sobre su libre subjetividad. Mientras las «teorías de la reproducción» plantean que solo se pude enfrentar tal dominación a partir de la lucha de clases por fuera de la escuela, las «teorías de la resistencia» postulan que la lucha puede darse en el plano ideológico dentro de la práctica escolar. El planteo de este artículo es que tal imposición externa es una apariencia producto del carácter enajenado de la conciencia que impide analizar que las relaciones sociales, lejos de ponérselos, son las que entablamos los hombres para organizar el trabajo social. Para trascender esas apariencias, se realizará un proceso de reconocimiento de las determinaciones generales de la educación en el capitalismo que nos permitirá salir de una lógica binaria entre reproducción o resistencia, para pensar la transformación como parte del propio proceso de organización social.